Hoy mejor no uso esta remera.
7.30 de la mañana de un sábado, más de la mitad de la gente duerme, o vuelve a su casa después de una noche de fiesta. En mi caso, apagando el despertador porqué tengo que ir a trabajar esta vez.
Salgo de la cama, me visto con la ropa que deje preparada la noche anterior, desayuno y en el baño me doy los últimos retoques dispuesta a salir a la calle.
Hoy, a diferencia de otros sábados, me dije algo que nunca me había escuchado decir o pensar: “No me voy a maquillar tanto, no quiero llamar la atención de ningún loco que ande suelto”. No me sorprendió pensar eso, hasta que abajo, en el hall de entrada al edificio pensé al mirarme en el espejo: “Me voy a tapar bien las tetas con el pañuelo, no queremos llamar la atención de ningún loco que ande suelto” y ahí sí, ahí me di cuenta que hacia 20 minutos había salido de la cama y 2 de mis pensamientos tenían que ver con lo mismo. Pero no fue eso lo último que pensé al respecto. Lo que siguió fue lo más triste de todo: “¿Qué se sentirá salir a la calle maquillado o vestido de la forma que uno quiera sin tener que tenerle miedo a los locos que anden sueltos?”
Estoy segura que más de una de las mujeres que lean esto se sentirá identificada. Cuantas de nosotras nos habremos cambiado de asiento en el colectivo porque el que se sentó al lado nos roza más de lo necesario, o cuantas de nosotras nos ponemos auriculares a todo volumen al tener una calza, vestido o jean ajustado para no escuchar las barbaridades que gritan. Cuantas de nosotras nos asustamos si vemos una camioneta trafic frenada en una calle oscura. Cuantas de nosotras habremos cruzado de vereda porque una cara, un gesto, un movimiento nos hizo desconfiar. Cuantas de nosotras habremos pensado aun que sea una vez, en como seria poder arreglarnos un sábado a la noche, un lunes a la mañana o un jueves a la tarde sin pensar en que puede haber UN LOCO SUELTO.