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Amor de otoño

Crónicas para un ser invisible

1

Un reloj minutero que descarta segundos de este corto sueño, en pocos días nuestras vidas volverán a lo que eran, o tal vez no. Pero nuestros lazos estarán separados como quién no se conoce. Yo tomaré un café insulso por la mañana y vos caminarás hasta tu auto para un nuevo día de rutina. Los adoquines del barrio seguirán, tal vez, esperando nuestros pasos y la lluvia en tu ventana que nunca ví esperara, quizás, mis ojos. El despertador ya no arrastrará dos cuerpos de tu cama, o sí, pero no el mío. Y no quiero ni pensar que seguramente algún otro pantalón en el suelo sea el que esté junto a tu colchón. Pero debo seguir caminando, si la suerte quiere convertirse en amiga, tal vez volvamos a compartir el desayuno y una vuelta fría a un piso cálido de una ciudad vieja. No entenderás seguramente si esto es o no una despedida, ni yo. Pero puedo decir que es un gracias por darle a mi vida más vida.

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2

Cuándo levanté la mirada el lugar estaba repleto de gente que no oí entrar. Mi oídos estaban arropados por unos viejos auriculares que tocaban una canción muy conocida, que hace apenas unos días escuché en un auto gris que me paseaba por una ciudad encendida. Posiblemente nunca vuelva a mirar del mismo modo a esa melodía.

Me abstraje, nadie acá sabe quien soy ni me importa. Tengo que levantar mis pies del suelo y enviarlos de vuelta a casa. No quiero. Me niego rotundamente a volver a esa vida lejos de tu risa y tu olor.

Varios días hace que parezco dormir. No despierto. Un inútil intento por reconstruir un recuerdo. Que frágil y bella es la vida del deseante. Que torpe y vulgar es la espera.

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3

Subí a aquel auto con más bronca que ganas. Mis pies intentaban desacelerar el minutero. Al ir por la ruta rogaba que quitara el pie del acelerador. Las casas pasaban rápido alrededor. Mi último vistazo no lo recuerdo, estaba demasiado ocupada intentando controlar el llanto.. por supuesto al cuál no pude, y las lágrimas brotaban como hojas en primavera. Caminamos de la mano por un aeropuerto lleno de idiomas y muchos ojos, nos dimos un beso entre una multitud que pareció congelarse, un último beso que al recordarlo me hace frenar la pulsación. Caminé por un pasillo largo cargando una mochila, bah.. dos. En una llevaba mis pocas pertenencias, en la otra, imaginaria, acarreaba cada beso y caricia. Esperé en un rincón a que anunciaran mi regreso, las hojas del árbol de mis ojos no paraban de brotar. No recuerdo la última vez que tuve una primavera tan intensa. ¡Vaya suerte para el árbol de mi vida!

Ahora abro los ojos y estoy mirando por una pequeña ventana de avión, las nubes parecen pompones de algodón. Estoy sumergida en un cielo gris. El amanecer me anuncia un nuevo día. No puedo saber lo que pasa debajo, ni atrás. Ni de un lado del océano ni de un lado de tus ojos.

Al llegar prendo el teléfono móvil, ansiosa, esperando saber si del otro lado de millones de litros de agua estarás,quizás, también pensando en mi.

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4

Y cuando abrí los ojos estaba nuevamente en el día 1. Mi valija armada esperaba pegada a la puerta para ser llevada del otro lado del océano. Transité hasta el aeropuerto sin sobresaltos, a diferencia de la primera vez no tuve miedo, ansiaba llegar al dia 9 para encontrarte y arrancar de cero. Los primeros 8 fueron largos, eternos. Los pasos eran firmes, las horas lentas. Llegué a la última ciudad que sabía visitaría.... la vez aquella no me perfume, ahora en cambio, me puse mi mejor ropa, pinte mis ojos con maquillaje y alegría. Pisé los adoquines de aquel hermoso barrio romano dispuesta a encontrarte.. y ahí te ví, intacto. Tus gestos eran idénticos a la última vez, bah, a la primera. Estaba viviendo lo que todos alguna vez quisimos, retroceder el tiempo. Pero fue entonces cuando recordé todo lo que vendría luego del dia 20, las lágrimas, la intriga, la desesperación de tener que recorrer 14 mil kilómetros de vuelta con el asiento contiguo vacío. Fue esa la razón que me hizo seguir de largo sin mirarte. Con mis ojos cargados de llanto di la vuelta y volví hacía un camino nuevo...pensé que estaba cambiando la historia para evitarnos un dolor.

Mis pasos fueron pesados, mis lágrimas espesas. Estaba a punto de llegar a mi hotel cuando un hombre me choco por ir mirando su puto teléfono. Al mirar te ví, me viste y fue entonces que entendí que las cosas están marcadas y aunque me corra del camino ire donde deba. Iremos.


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