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ESTA MEDIANOCHE


Al menos ahora sé que hice feliz a alguien, por lo menos tengo la certeza de entender que esa sonrisa en su cara fue gracias a mí. Soy el fabricante de la felicidad que vivió este hombre esta noche. Pero que difícil resulta a veces desprenderse de los momentos gratos, de la sensación de bienestar que llegamos a tener a veces. Que agradable es el momento de compartír la alegría acompañado, aunque sea por un rato. Aunque sea unos minutos.

Eran cerca de las 10 de la noche y recordaba perfectamente que Ernesto, ese viejo borracho y solo que vive en la vereda de la casa donde viví de niño, está por cumplir años. Y no me preguntes porque, pero sentía la necesidad de que mi visita fuera esta noche, que pudiera sentir mi compañía y que su nueva vuelta al sol sea de la mano de alguien. La soledad es una ingrata cuando se instala demasiado tiempo. Y sé que él pasó solo exagerado tiempo.

Camine hacia al barrio donde sabía que estaría. Tapado entre cartones y diarios pude reconocer su pálido rosto. No cambio ni un poco en todos estos años. Estaba igual que cuando lo veía camino a la escuela, mas barbudo y algunas canas, si. Pero era la misma persona que me hacia un chiste, mientras cargaba rumbo al colegio con esa mochila que era casi tan grande como mi cuerpo.

Yo no sentía frio, pero en la cara del viejo vagabundo se veía hasta en sus cabellos el temblor que le provocaba la baja temperatura de París.

Que hermosa es esta ciudad, durante el invierno y sobretodo de noche, tiene una magia que nunca reconocí en otro lugar. Sus pequeñas calles musicalizadas, iluminadas por la luna, con gente rodeada de lana entre sus cuellos y sus manos con guantes, fumando un cigarrillo largo en los Jardines de Trocadero, esperando esos 5 minutos en que la famosa Torre se ilumina, y nos ilumina a todos, desde afuera hacia dentro. Desde los arboles, hasta los pájaros pueden sentir ese frio que te atraviesa las venas. La empatía que provoca verla, de cerca, de lejos, desde un tejado, desde un balcón. Es sin duda mi lugar preferido en el mundo entero, y a esta altura creo que también de la galaxia entera. Pero es lamentable que gente como Ernesto la padezcan, y por su situación no puedan ver con los mismos ojos que lo veo yo. Que el frio que el sienta sea real y no de magia. Que su destino sea mirar lo que los otros desechan, mientras disfrutan lo que él no puede mirar. Que bronca que los sueños de unos sean tan altos, y otros sueñen arrastrados en un piso de barro recién mojado por una lluvia intensa. Pero yo ya no podía hacerme cargo de las desgracias de todos, no podía dar las manos calientes a cuerpos fríos.

Me acerque despacio, no sabía si se acordaría de mi. Para mi sorpresa no hizo falta que dijera nada, se despojo de su falso abrigo y se paro, me miro y pude ver a través de sus ojos que me sonreía. Caminamos despacio, creo, ahora no lo recuerdo bien. Estaba tan concentrado en que este hombre, rodeado de soledad, hambre y desconsuelo pasara aunque sea una vez un cumpleaños feliz que no pude reparar en otra cosa.

Ya estaban a punto de sonar las campanas de la medianoche, lo vi cerrar los ojos, se que podía percibir mucho más de lo que le decía. Las calles estaban vacías, por lo que logramos llegar al apartamento 3 minutos antes de la primera campanada. Me tomo de la mano, esta vez no escondió su sonrisa, sabia porque estaba ahí. Me ahorro el difícil trabajo de tener que decirle que ese era su último día de vida, y ahí mismo se durmió.


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