¿Por que viajamos?

Esa es una pregunta simple, que puede tener miles de respuestas. Viajamos para descansar, viajamos para conocer, viajamos por trabajo, por estudio, para visitar a un familiar que se mudo lejos. Viajamos porque es la forma de desconectar de nuestro circulo rutinario.

Si, pero ¿por que viajamos? Esas son las razones sustanciales que nos llevan a tomar un avión, un colectivo o el coche.

Yo quiero saber que es lo que te motiva a hacer ese viaje. Dejame que te conteste lo que me motiva a mi.

Desde que haces click a la compra de un boleto el estomago hace cosquillas, como cuando nos enamoramos, igual. La espera nos hace involucrarnos en el sitio que vamos a conocer, mirar fotos, videos y blogs de apasionados como uno. Después y tras una larga espera llega el día de armar la valija, que resulta ser tan complicado como descubrir la formula para viajar en el tiempo.

Subimos al medio de transporte que nos lleve a nuestro destino, con miedo, ganas, ansias. Todos y cada uno de esos sentimientos nos atraviesan el cuerpo como una flecha. Una flecha que no duele, sino que nos da placer, que nos rodea de sensaciones que son nuevas por cada nuevo destino, y se repite tantas veces en la vida como sitios nuevos conozcamos.

Los olores, las calles, los ruidos, la gente. No importa que distancia hayamos hecho para llegar hasta allí. Estemos lejos o cerca de casa, hayamos o no cruzado océanos. La experiencia de conocer un lugar nuevo tiene tanta magia como conejos en la galera de los magos. Por eso hay que viajar, y usar cada excusa que nos surja para empacar e irnos por un rato a un destino desconocido. A un mundo nuevo, dispuestos a desprendernos de cada prejuicio. Y permitirnos que cada foto sea sacada por nuestra mejor cámara, nuestros ojos. Y sea guardada en la mejor memoria, nuestro corazón.