Lenta espera
Hace 3 días que espero en la estación. El tren prometió llegar pronto para llevarme rumbo a un descanso infinito. La fría vía espera ansiosa el temblor de un vagón que la abrace. No duermo hace muchas horas, y solo comí un alfajor que llevaba en mi cartera. Mientras mastico el chocolate derretido miro el camino que forma un carril eterno, hacía una estación más cálida.
Eran cerca de las 6 de la tarde cuando el sol comenzó a esconderse en la espalda de los edificios, y allí a lo lejos lo vi venir. Su locomotora rugía con fuerza, sus gritos se acercaban a mis oídos desesperados. Lo que era un tren de miniatura en minutos se convirtió en un vagón capaz de trasladar a los elefantes de un circo.
Subí, no llevaba demasiado equipaje. Lo que más pesaba era el recuerdo, de eso iba cargado. Los rencores decidí dejarlos detrás del molinete de la vieja estación.
Ya acomodado en mi asiento, solo, sin miradas cómplices, comenzó a rodar nuevamente éste coche encargado de hacerme viajar de plano. No sentí miedo, repose mi cabeza sobre la ventana sucia y me dormí.